Dos periodistas se inclinan sobre la pantalla de un ordenado en una oficina solitaria y apenas iluminada con una bombilla débil y moribunda. Son los últimos en terminar el contenido que se les ha asignado para el diario del día siguiente. Por eso están solos en la sala mientras que el resto de compañeros ya se encuentran en sus casas y seguramente (teniendo en cuenta la hora) durmiendo.
—¿Cómo podemos enfocar esta noticia?
—Mira a ver si al chaval le gustaban los videojuegos.
Tras una rápida búsqueda en redes sociales, la conversación sigue su curso.
—Sí mira, jugaba a Minecraft.
—Y de qué va eso?
—Creo que de matar cerdos y zombies.
—Pues ya esta hecho.
—¿Quieres que digamos que como jugaba a Minecraft mató a sus padres?
—Es un hecho que jugaba a juegos violentos. También lo es que ha matado a sus padres. No veo por qué no relacionarlo.
Días después ambos periodistas vuelven a encontrarse en la misma oficina y a las mismas horas tardías.
—¿Qué hacemos con esta noticia?
—¿Este no juega a videojuegos?
—No, pero le gusta The Walking Dead. Ya sabes esa serie de zombies en la que matan a mucha gente.
—Hecho. Las series violentas provocan que un menor asesine a sangre fría a su hermano.
Semanas más tarde vuelven a encontrarse en el mismo lugar.
—¿Otro asesinato?
—Sí, esta vez ha sido un niño de 15 años que ha matado a varios compañeros de clase.
Pasaron muchas horas hasta que sus ojos rojos e irritados empezaron a apartarse del procesador de texto. Hasta el momento, sólo tenían una hoja en blanco.
—No tenemos nada. No le gustaban los videojuegos, ni las series ni las películas violentas.
—Tendremos que decir lo que no hemos tenido que decir hasta ahora
—¿Que era un psicópata? ¿Que le faltaba un tornillo? ¿Que no podía controlarlo?
—¿Estás loco? No, por supuesto que no.
—¿Que la culpa era suya? ¿Que fue una decisión premeditada y se merece que lo metan en la cárcel?
—Nooooo. Que la culpa es de sus padres por no educarlo bien.
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