Un día, después de acumular un par de fracasos y todavía más intentos inacabados, decidí meterme en mi cama. Pero no para dormir ni para descansar. Sino porque quería quedarme allí hasta que tuviera claro qué tenía que hacer y cómo tenía que hacerlo. Hasta que llegara una musa (o un muso, me es indiferente) y después de ponerme las herramientas en la mano, cogiera mis manos y mis piernas y empezara a dirigirlas.
Cuando pasaron varios meses desde que tomé la decisión, empecé a considerar la posibilidad de hacer algo; me vestí de caballero e intenté luchar contra dragones rojos y gigantes, me coloqué la gabardina y el sombrero y perseguí a un asesino en serie, me introduje en un traje de astronauta y luché por la paz de la galaxia. Pero siempre desde mi cama. Me levantaba y me movía por el reducido espacio con tanta habilidad como podía. Al final, siempre cansado de la poca amplitud y alcance de mis intenciones, me volvía a estirar y a soñar con la llegada de MI GRAN MOMENTO.
Después de ese momento todo sería diferente. Caminaría sin esfuerzo como si pudiera levitar. Ya sabéis en plan fantasma misterioso con cierto atractivo y aire interesante. Podría ir a cualquier sitio y contestar a todo el mundo con «sí, sí, soy yo». Tendría que separar los correos de cada día entre los importantes y los muy importantes, en lugar de hacerlo entre los que son correo basura y los que a lo mejor (con mucha mucha suerte) son personales. Al fin y al cabo lo que no quería era caminar, quería volar y soñar. Y después vivir ese sueño. Y una mi#!*a.
Estaba de lo más equivocado. Después de años atrincherado en la cama y cansado de esperar la llegada de mi ayudante, desistí. Me cuesta reconocerlo pero es cierto, desistí. Desistí. No quería esperar nada y ya no quería ser nadie. Cuando mis pies tocaron el suelo, lo sentí. Era una sensación extraña. Totalmente contraria a lo que había estado soñando, pero en un modo positivo. Sentí seguridad por una vez en toda mi vida. Sentía el siguiente paso como un objetivo más pero a la vez como eso, como un paso.
Fue entonces, entre ese contacto con el suelo y el primer paso, cuando me decidí a hacerlo. Quería vivir toda mi vida de esa manera. Sin esperar mus@s, sin esperar mi gran momento, simplemente viviendo haciendo lo que quería hacer. Y di el primer paso.
De repente algo se movió bajo mi cama y cuando me giré para mirar lo que era, ya estaba fuera. Era un duende. Sí, sí, un duende. Era pequeño y arrugado y tenía una camiseta roja que le llegaba prácticamente a los pies. En la cabeza, un sombrero de punta del mismo color que la camiseta. Para hacer justicia a la verdad, tengo que decir que era bastante feo. Pero ahí estaba; un duende.
—¡Adelante!¡Venga!¡Vamos!¡TÚ PUEDES!— repetía mientras me daba empujones en las pantorrillas para que avanzara.
Desde entonces no me lo puedo quitar de encima (parece que va en serio), pero desde entonces las cosas me van mucho mejor. Desde que el duende había dejado de esperar a que yo diera el primer paso. Dejara de esperar a que me decidiera a vivir por mi cuenta. Desde que el duende dejó de estar escondido porque pudo empezar a ser sincero.
No lloréis si no hay ningún problema y no soñéis si no hay pasión. Lo primero es la vida así que dedicaros sólo a algo que os guste hacer. Si no os hace latir el corazón y sólo pensáis en los beneficios que os puede traer, dejadlo. Buscad qué es lo que os apasiona y cuando lo sepáis a por todas. ¡Adelante!¡Venga!¡Vamos!¡TÚ PUEDES!
Álex.
2 comentarios
¡Hola! Con el arte siempre es difícil, pero no importa si tienes musas (o duendes) de tu parte, lo importante es escribir. Crear algo a partir de la nada es algo mágico, incluso más que aparecer de la nada debajo de la cama de alguien ;).
ResponderEliminarPor cierto, os hemos nominado al premio Best Blog: http://resistencialectora.blogspot.com.es/2016/04/premio-best-blog.html
¡Saludos!
Ohhhh Muchas gracias. Pues la verdad es que tenía la intención de dar más actividad a este blog (por eso he cambiado el diseño) así que nos va de lujo.
EliminarEstamos deseando participar :D Gracias