
Un día, después de acumular un par de fracasos y todavía más intentos inacabados, decidí meterme en mi cama. Pero no para dormir ni para descansar. Sino porque quería quedarme allí hasta que tuviera claro qué tenía que hacer y cómo tenía que hacerlo. Hasta que llegara una musa (o un muso, me es indiferente) y después de ponerme las herramientas en la mano, cogiera mis manos y...